Por Javier Giménez

Este es un tema crucial para mejorar los resultados del desarrollo de una ciudad o comunidad. Hemos observado a través de todo el mundo que cuando los ciudadanos participan y se involucran mejora muchísimo el proceso de formulación y diseños de políticas públicas; pero hay que estar bien preparados para meterse en esta rueda sin caer preso de la manipulación de este mundo hiper-comunicado.

El manejo al que nos quieren someter nos lleva a continuos enfrentamientos, lo que la mayoría de las veces nos encuentra discutiendo cosas por “boca de otros”, sin saber del tema en profundidad y defendiendo intereses que, cuando menos, lo pensamos, pero terminan destruyendo los nuestros.

Para no caer en esa manipulación considero que  es necesario y prioritario formar el carácter del ciudadano para la participación en una sociedad que esta cada día más abrumada de temores y desconfianzas.


Si bien es cierto que existen infinidad de espacios creados para la participación y el debate, también es cierto que, no necesariamente esos espacios se usen bien; es decir, que exista el potencial participativo muchas veces no se  traduce en una mayor y mejor participación de la ciudadanía.

Coincido con muchos autores que opinan que, hablar de ciudadanía es apelar a nuestra autonomía, a nuestra libertad desde la responsabilidad y a nuestro protagonismo en las diferentes esferas de la vida. La participación ciudadana en cuestiones políticas, sociales, culturales, ecológicas e interculturales es fundamental en la construcción de una sociedad democrática y participativa.

La participación ciudadana consiste en empoderar a las personas para que tomen control de sus propias vidas y busquen soluciones para las dificultades y problemas que enfrentan y, una vez que logren claridad en el rumbo, puedan expresarse en el conjunto para no quedar excluidas del proceso de desarrollo de su ciudad.

Esta situación nos transforma en líderes de nuestras propias vidas y cuando estamos convencidos a dónde queremos ir, nos juntamos con aquellos que también quieren ir para ese lado y somos capaces de inspirar y motorizar a muchas más personas.

¿Quién no quiere una ciudad hermosa en donde haya paz, trabajo y solidaridad?
¿Quién no daría parte de su tiempo para sentarse a debatir ideas y poner en marcha un objetivo tan noble?
¿Qué es lo que nos traba y no nos permite avanzar en ese rumbo?
Hemos sido mal enseñados… ¿o tal vez hemos sido mal aprendidos?
¿Será bueno que sigamos reproduciendo un modelo de participación ciudadana que nos lleva a la destrucción del otro y a la autodestrucción?

Invitémosnos a reflexionar sobre una nueva propuesta o reto en nuestra participación como personas integrantes de una ciudad. Tenemos que volver a ser capaces de llenar las instituciones de aquellos líderes que contemplen  e impulsen las siguientes capacidades:
– Capacidad de entender, comprender y manejar situaciones.
– Capacidad de crear entornos amigables y responsables de aprendizaje y construcción.

Estoy seguro de que en los próximos años el liderazgo y la inspiración serán claves para el desarrollo y el crecimiento de cualquier comunidad o ciudad.

Dicho de manera simple, si queremos encarar los desafíos sociales, económicos y ambientales debemos considerar los valores, el conocimiento, los puntos de vista y las experiencias que cada uno y cada una podamos aportar para resolver en conjunto los problemas y las dificultades que nos atraviesan como sociedad.